sábado, 7 de octubre de 2017

IIAAV #4

Confession time


Lord Tyburon revisó las pistolas exactamente tres horas antes del momento acordado para el duelo. Tradicionalmente los duelos se efectuaban al amanecer, pero en aquel caso ambas partes habían acordado llevarlo a cabo una hora antes —pese a ser una tradición bien asentada, estaban pasando por un período de denuncia contra la práctica y no había necesidad de alertar a ojos opositores—, llevarían sus propias luces, cinco sirvientes a cada lado ayudarían a iluminar, y también los padrinos, con sus propias linternas de aceite.

Como parte ofendida, Lord Tyburon tenía el derecho a llevar sus propias pistolas, aunque, por supuesto, serían revisadas por el padrino de su contrincante: Sir Wesley Fawkes. El muy bastardo se la había estado buscando desde hacía varios años, comiéndole el oído a sus contrincantes políticos para desbaratar su principal red comercial hacia América. Finalmente, ambos habían intentado empujarse al punto de quiebre para que uno de ellos retase a duelo al otro. Lord Tyburon había decidido tomar la iniciativa y acabar con el tema de una vez por todas.

A las cuatro y veinte de la madrugada llamó a uno de sus sirvientes y pidió que prepararan el coche. Los otros cuatro sirvientes que iban a formar parte de su séquito ya estaban esperando en el hall principal con las lámparas en sus manos, pero apagadas todavía. Su padrino lo esperaría en el punto de encuentro cerca del río. Llegarían separados y volverían separados, era la forma que tenían de no levantar sospechas.

Unos minutos más tarde los seis estaban en camino, y antes de las cinco Lord Tyburon y Alan Bagley —su padrino— ya se encontraban en el lugar del duelo esperando a su contrincante. Uno de los sirvientes le pasó la caja con las pistolas a Alan, quien las revisó como se suponía que hiciera. Mientras esto ocurría Sir Wesley Fawkes apareció con su propio séquito iluminando el camino.

Los duelistas se dedicaron una mirada de reconocimiento y de inmediato enviaron a los padrinos a hacer los intercambios necesarios —el más importante de ellos sería la selección de la pistola por parte del padrino de Fawkes—. Nadie argumentó en contra del encuentro, no hubo pedidos de perdón, nadie confesó nada. Los momentos de tregua se agotaron y cada padrino volvió junto a su duelista con la pistola en mano.

A Lord Tyburon no se le escapó el hecho de que su contrincante no había traído a un médico, como se suponía que hiciera. No era tan grave, ya que era sabido que el propio Alan Bagley era médico, pero sí era curioso. Se suponía que el duelo sería a primera sangre, pero aparentemente Fawkes tenía otras ideas en mente. Tyburon sonrió.

Con los diez sirvientes iluminando el terreno de duelo y todas las espaldas enfrentándolos, los dos duelistas cargaron sus armas y se dedicaron una última mirada antes de que los gritos de los padrinos indicaran los pasos que debían dar antes de enfrentarse. Una mirada seca, llena de nada, significándolo todo.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve…

Al grito de diez, ambos hombres voltearon y dos disparos hicieron eco en la oscuridad de la noche. Solo uno de ellos fue certero. Lord Tyburon cayó sobre su espalda debido al empuje de la munición al alojarse en su hombro. Los padrinos se voltearon inmediatamente y Alan Bagley corrió junto a su amigo para inspeccionar la situación. Lord Tyburon colocó una mano en la de su amigo cuando este intentó revisar la herida, luego asintió con una sonrisa cubierta en sangre.

Sir Wesley Fawkes se acercó a su contrincante mostrando unos dientes que demostraban toda la culpa que sentía. Llegó a carcajear antes de llegar al límite del campo de visión de Tyburon. Los sirvientes de uno y otro lado se acercaron para servir con sus luces a la situación, llegando a estar envueltos en un círculo de lámparas de aceite.

—Patético —exclamó Fawkes— Tu puntería deja mucho que desear, esperaba más...

—No así la tuya —respondió Tyburon con más tranquilidad de la que merecía la situación.

—¿Sabes? Ha sido divertido jugar contigo —continuó hablando Fawkes como si el otro no hubiera dicho nada— Debería habérseme ocurrido antes, no hubiera pasado tantos años encerrado si hubiera sabido que podía jugar con gente como tú.

—¿Jugar? —preguntó Tyburon desde el suelo.

—Oh, pobre Lord Tyburon. Discúlpame, debería haberme presentado como soy antes de haber dicho eso —dicho eso observó a su contrincante nuevamente, pero esta vez su mirada era diferente, sus ojos parecían brillar a pesar de la oscuridad, y, sí, no podía haberse equivocado, sus dientes habían cambiado, ahora sus colmillos eran como los de un depredador.

—Eres…

—Un vampiro, sí —asintió con sorna.

Por supuesto Fawkes hubiera esperado que todos, incluso sus sirvientes, reaccionaran de algún modo, probablemente corriendo. Pero nadie se movió, como si en cambio acabara de revelarles que en un par de horas llovería. La sonrisa de Fawkes se borró un poco. Aquello era extraño, sin embargo, su oponente seguía estando en suelo y él seguía siendo un depredador rodeado de deliciosas presas. Debía mantener la compostura.

—Eres una criatura interesante Fawkes —dijo de pronto Lord Tyburon irguiéndose sin problemas, sin quejarse siquiera de la herida que seguía sangrándole en el hombro.

—¿Qué quieres decir? —Fawkes retrocedió un paso, no le estaba gustando aquello, ya no se sentía tan seguro como antes.

—Quizás, si no hubieras estado tan concentrado escondiéndote durante años, hubieras sido un poco más inteligente al elegir a tus enemigos, chico —rio Tyburon.

—¿Qué…? ¿Por qué puedes…?

—¿Por qué puedo caminar con una bala en mi hombro? —sonrió— Bueno, verás, no eres el único de tu especie en esta ciudad… de hecho, no eres el primero.

Lord Tyburon sonrió dejando a la vista sus también muy filosos dientes. La cara de Fawkes se parecía mucho más a lo que hubiera esperado que los demás hicieran cuando él hizo su revelación.

—Esto… no es posible.

—Oh, sí, es muy posible —sonrió Lord Tyburon, deshaciéndose de su saco de abrigo, que pegoteado solo resultaba una molestia— Los vampiros nos hemos infiltrado en la nobleza durante siglos. Es mucho más fácil que esconderse en un bosque y salir a buscar víctimas desprevenidas y, como tú mismo acabas de averiguar, es de hecho muy divertido. Lamento mucho tener que cortar tus alas tan prontamente.

La voz de Lord Tyburon sonaba casi tan triste como aterradora.

—No… no podrás, no puedes atraparme —Fawkes se volteó con una velocidad vertiginosa, pero fue detenido a la misma velocidad— ¿Qué demonios…?

Uno de sus propios sirvientes lo tenía agarrado por un brazo… muy fuertemente.

—Oh, debí haberte revelado esto antes, mi querido Fawkes —dijo Lord Tyburon a unos pocos metros— Cuando nos infiltramos, los vampiros nos aseguramos de tener todos nuestros frentes cubiertos de nuestra propia sangre.

Como si acabara de darles una orden, doce pares de ojos brillantes se clavaron en Fawkes. Si hubiera tenido un corazón latiente, se hubiera detenido en aquel momento.

—¿Tú también…? —la voz de Fawkes era ya una súplica al mirar a su propio padrino sintiendo la profundidad de la traición.

—Ya saben qué hacer —pronunció Lord Tyburon volteándose en dirección a la ciudad— No se demoren, el sol sale en una hora.

—No… Tyburon… ¡No! —lloró Fawkes.

Lord Tyburon se detuvo, pero no se volteó. Fawkes escuchó que suspiraba antes de hablar por última vez.

—¡Patético! ¿Esas son las últimas palabras de un asesino enfrentando a su bien merecido destino? Esperaba más…


Basado en un reto literario de Fernando Rivero... Now you are on.

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