domingo, 29 de octubre de 2017

Especial de Halloween #2: IIAAV #5


Backstage

Se suponía que aquella iba a ser una noche divertida. Hacía un mes que no salía debido a los exámenes y esa noche Ted y sus amigos, Jake y Summer, decidieron que era una buena idea festejar el final del trimestre yendo al toque de los Ravenous Devils en un pub que quedaba a media hora en ómnibus desde el campus universitario. Se suponía que iba a ser una noche de música, tragos y charlas.

Pero no fue nada de eso.

Ted sospechaba desde hacía varios meses que Jake y Summer tenían algo, lo que no sospechaba es que ese algo estuviera pudriéndose lentamente. Los primeros cuarenta minutos estuvieron llenos de silencios incómodos y varios intentos de empezar una conversación que murieron casi al instante con respuestas monosilábicas y gruñidos pasivo-agresivos. Para cuando llegaron al pub Ted ya no tenía ganas de estar allí.

De todas formas, lo intentó. La banda no había empezado a tocar, lo que significaba que no tenía excusas para abandonar a sus amigos en el frenesí del gentío y el baile, y por lo tanto debió tomar la segunda mejor opción. Sin mediar palabra con los otros dos, se dirigió a la barra y pidió el trago más grande que pudo encontrar... cuanto antes pudiera mitigar lo penoso de la situación, mejor.


En la trastienda la atmósfera tampoco era favorable. El bajista estaba tirado en el sillón desgastado refunfuñando mientras el baterista y el solista (y guitarrista) discutían sobre alguna otra estupidez irrelevante. Aquello llevaba horas y se estaban demorando a salir por esa única razón. La dueña del local ya había ido tres veces a pedirles que salieran y él estaba seguro que no vendría una cuarta vez. Perder un trabajo por el ego de dos idiotas... no se suponía que fuera de ese modo, no habían luchado tanto y arriesgado tanto para arruinarlo de ese modo. ¿Es que acaso no e daban cuenta de lo que estaban haciendo?, ¿de lo que estaba en juego?

¿Acaso él se daba cuenta? Se giró hacia la esquina más cercana a él, no se había dado cuenta de lo cerca que estaba de ella. Un escalofrío recorrió su espalda al darse cuenta de que ella le devolvía la mirada con aquellos ojos que decían claramente que debía detener a los otros dos imbéciles antes de que ella lo hiciera.

Bueno, ¡ya basta! A nadie le importa quién usa la bandana y quién se pintó o no las uñas, no sé si se han dado cuenta, pero estamos a punto de perder el trabajo... se aseguró de que el apremio en su voz fuera evidente y por si acaso señaló con su mirada a la esquina oscura, donde ella seguía parada mirándolos.
Pero...
Pero nada...
La banda tiene una imagen y si no la respetamos...

El bajista lanzó un grito desesperado antes de que el otro terminara su oración.

Salimos en tres minutos dijo cortante Me voy a asegurarme de que todo esté pronto en el escenario y a disculparme por ustedes dos idiotas.

Salió disparado fuera de la habitación y los dejó solos. Los otros dos se miraron un segundo, vacilantes, y luego notaron el frío repentino a sus espaldas.

Tengo hambre dijo la voz de una niña.


Media hora después de haber llegado Ted ya estaba un poco mareado y se reía de todos los comentarios que sus amigos hacían, incuso aquellos que no intentaban ser graciosos. La banda recién había empezado a tocar y poco a poco el ambiente comenzó a hacer aflojar las tensiones que había estado viviendo durante las semanas de poco o nada de sueño, entregas que terminaba a las cinco de la mañana y exámenes finales en anfiteatros enormes llenos de personas a las que jamás había visto en todo el semestre (probablemente porque había faltado todo lo que podía a las clases, especialmente si eran matutinas).
Ya no tenía miedo a los resultados, ni sentía la continua presión agobiante de la deuda estudiantil que estaba adquiriendo con cada curso que tomaba. Ya no le preocupaban sus padres que vivían en la costa este, ni el hecho de que todavía no hubiera decidido cuál iba a ser su principal licenciatura y si acaso quería hacer doble titulación como su hermana o una principal y una secundaria como su hermano... o si se dejaba guiar por sus instintos y mandaba todo al carajo.

Ted saltaba y cantaba canciones a las que no sabía la letra, guiándose por la melodía fuerte y rebelde que parecía decir sin palabras lo que él sentía en lo más profundo de su ser. Eso era lo que lo había guiado a los Ravenous Devils en primer lugar; si bien no los seguía desde hacía mucho, de hecho solo los había empezado a escuchar a raíz de la invitación por Facebook a aquel evento, desde el momento en que sintió las primeras tonadas en el primer video de la lista que la banda había armado en su página oficial supo que sería su nueva banda favorita. Había algo en su ritmo, una sensación casi paranormal que parecía atraparte desde el primer momento en que tocaban sus instrumentos. Eran solo tres músicos, pero a veces a Ted le daba la sensación de que había algo más tocando en aquellas grabaciones de estudio, y ahora que los tenía enfrente, sabía que ese algo era real y no alguna magia de postproducción.

Los Devils tocaron durante una hora. Una hora de absoluta dicha y libertad que Ted no podría pagar aun si no se hubiera gastado toda la plata que tenía en tragos para ignorar a sus amigos. Cuando el último de los músicos salió del escenario, Ted sintió un impulso de adrenalina que lo obligó a seguirlos a la trastienda. Necesitaba verlos y agradecerles por haber transformado una noche de absoluta desidia en un himno al final de curso. Estaba tan inmerso en su deseo que no notó que sus amigos se habían hecho a un lado y estaban besándose en la oscuridad. Tampoco le habría importado, a él ya no le importaba nada.

Pasó por entre el gentío apartando a todos con cuidado, si bien estaba un poco tomado, tenía la suficiente consciencia como para saber que no quería terminar en una tonta pelea de bar por haber empujado a la persona incorrecta. Llegó al escenario y, al notar que nadie lo detenía, se metió a través de las cortinas y caminó por el pasillo mal iluminado hacia la parte trasera del local, esperando no encontrarse con alguien que lo echara de inmediato de allí.

Cuando llegó al cuarto trasero se encontró con una puerta semi abierta y una habitación en penumbras con varias voces que discutían. Sintió, por primera vez que quizás no había sido buena idea haber ido allí. Las voces parecían enojadas o quizás ¿asustadas? y hablaban algo sobre comida que Ted no llegó a captar demasiado. Solo cuando oyó una risita con un eco que no tenía derecho a estar allí fue que dio un paso hacia atrás. Quizás era el momento de emprender la retirada, si se iba ahora no habría hecho ningún daño, nadie se enteraría que estaba allí, jamás hubiera molestado a lo músicos y sus amigos ni siquiera se habrían enterado que se fue de su lado.

Antes de que la idea llegara a fortalecerse del todo, la puerta de la trastienda se abrió de par en par y uno de los músicos o estaba mirando con una expresión un tanto aliviada que a Ted no le gustó nada.

¿Ves? Te dije que estábamos en eso dijo otro de los músicos, Ted creyó que era el baterista, pero no podía verlo bien.
Solo lo mejor para ti, Hayley sonrió el tercero.
¿Cómo te llamas, amigo? preguntó el de la puerta con una sonrisa amistosa claramente invitándolo a entrar.
Francamente, Bill, a mí no me interesa su nombre, no hay nadie en el pasillo, haz que entre gruñó una voz aguda y ronca a la vez desde una esquina oscura que Ted no alcanzaba a ver.

Antes de que pudiera salir corriendo, o de siquiera entender lo que le estaba pasando, el de la puerta lo agarró por el brazo y lo empujó adentro. Como una nube oscura algo se abalanzó sobre él, jamás llego a verlo, pero los últimos segundos que estuvo consciente los pasó intentando gritar por la agonía punzante que acaparó su cuello. El grito no llegó más allá de la puerta.



Doce horas después un reporte de desaparición llevaría a dos oficiales de policía a interpelar a la dueña del pub. Ella aseguró no haber visto nada y sin dudárselo les dio las grabaciones de las cámaras de seguridad y dejó que revisaran la propiedad. No tenía por qué hacerlo, pero no le gustaba la publicidad malintencionada que una negativa podía atraerle. Jake y Summer también fueron interrogados, ellos se habían ido al ver que Ted no estaba en el pub creyendo que su amigo había decidido cortar la fiesta temprano. En los laboratorios las imágenes de seguridad no mostraron nada, lo cual era incluso peor que si hubieran mostrado algo.

A todos los efectos, Ted Sullivan jamás había abandonado el pub, y sin embargo, no estaba en ninguna parte.

Se suponía que aquella iba a ser una noche divertida.

viernes, 27 de octubre de 2017

Especial de Halloween #1: Del otro lado


Buenas a todos, ¿cómo han estado? Yo he pasado un octubre terrible, y en los últimos días he tenido que estar recluida en mi casa con laringitis, resfrío y fiebres. Pero eso no me ha impedido crear un pequeño especial para este Halloween, con cuentos para helarles la sangre. En este corto especial habrá algunos #IIAAV y otros cuentos espeluznantes no relacionados a los vampiros.

Este es el caso de la primera entrada. Un cuento muy especial pues lo escribí para el #Clubdelectura.uy y su reunión de octubre (que fue hoy y a la que no pude asistir por estar enferma [llora sola en su cuarto]). Esta instancia tenía la particularidad de que debían ser microcuentos de terror de no más de 500 palabras, así que, lo que verán a continuación es mi esfuerzo por cumplir esa consigna. 

Sin más palabras, los dejo con la historia de esta noche. ¡Espero que les guste! 


Del otro lado



Hacía un par de días que había comenzado a notarlos. Iniciaron como sombras en las esquinas más alejadas de la casona. Como objetos que desaparecían o se convertían en otros durante el instante que rozaban el rabillo de sus ojos, para volver a la normalidad en cuanto los miraba fijamente.

Al principio había tomado la situación con calma. Su marido se había ido de viaje y estaba sola en casa, incurrir en aquellas alucinaciones solo incrementaría su manía y el doctor le había dicho que debía tener cuidado con las emociones fuertes.

Pero todo estaba empeorando progresivamente. Estaban en esos malditos espejos. Comenzó a verlos, primero como sombras antropomorfas, pero ahora eran personas completas. Los otros no parecían verla, pero suerte, pero eso no calmaba sus latidos cuando al ir al lavabo en lugar de su propio reflejo era recibida por la imagen de una señora extraña, con ropajes exóticos, rodeada de una habitación completamente distinta a en la que ella se encontraba.

En los otros espejos empezaron a ocurrir situaciones similares, pero prefería no pensar en ellos, pues allí se veía reflejado el cuerpo de un hombre enojado e impaciente, alguien con quien no quería cruzarse nunca. Al parecer la señora del lavabo tampoco, pues casi nunca aparecían juntos y cuando lo hacían, la habitación parecía llenarse de angustia y horror, y ella salía disparada sin ver nada.

La situación se volvió insostenible cuando una noche de insomnio —de las cuales había tenido muchas últimamente— decidió ir a refrescarse y se encontró con la figura de la misma señora de siempre parada frente a ella, reflejada en el espejo donde no debería haber otra cosa que ella misma. La otra estaba llorando desconsoladamente, su cara destrozada por el dolor y un corte sangrante en la boca. Pero lo peor de todo fue el momento en que al mirarla fijamente, notó que la otra también la estaba mirando.

Salió corriendo de la habitación y se dispuso a hacer una pequeña maleta. No importaba que fuera de noche, ella sabía andar a caballo y solo necesitaba llegar a lo de sus vecinos, que estaban a solo un par de kilómetros.

Mientras huía pasó frente al candelabro de la escalera principal. Aquel del cual había intentado colgarse después de que su esposo la abandonara para irse con otra, después de haber despedido a todos sus criados y haber ahogado a su bebé en la bañera.

No recordaba cómo había salido de aquella situación, solo sabía que hacía un par de días se había despertado en soledad y las sombras habían empezado a jugar en las esquinas.

jueves, 12 de octubre de 2017

Detectives en el Parque Rodó - Reseña #HelenThursday

¡Hola a todos! ¿Cómo han estado? Hoy les vengo con una reseña. Sí, escucharon bien, ¡una reseña! Es que hoy vengo con una propuesta que empezó con dos reseñas de Sofi del blog Erial y Ana Claudia del blog El Refugio del Dragón de Tierra, en aquel momento ellas e dedicaron su espacio las últimas dos novelas de nuestra querida autora uruguaya, Helen Velando: La isla de los vientos prohibidos y La trapecista solitaria, le llamaron #HelenThursday y de este modo inauguraron un espacio para apoyar y expandir la literatura de esta escritora que para nosotros los uruguayos es sinónimo de nuestra infancia y de buena literatura.

Hace tan solo una semana se entregó uno de los premios literarios más importantes del país, el Bartolomé Hidalgo, y Helen Velando ganó en categoría literatura infantil y juvenil con su trapecista solitaria y hace una semana, Sofi y Ana volvieron y reseñaron el libro que la otra había leído la primera vez. Ese jueves también marcó el inicio de la expansión del #HelenThursday a otros tres canales: Zesu del canal Adictaaa en Youtube, Stephi del blog Al filo de las hojas y quien les escribe.

Sofi, Ana, Zesu y Stephi les van a presentar dos libros que marcan la madurez y evolución de una maravillosa escritora, pero yo hoy les traigo uno de los primero libros de Helen Velando, un clásico de clásicos de nuestra literatura infantil: Detectives en el Parque Rodó.

Datos de mi edición

Sello editorial: Alfaguara Infantil
Fecha de publicación: 1999
Páginas: 147
Sinopsis: Gastón, Santiago y Pancho disfrutan de las últimas semanas de vacaciones. De pronto algo misterioso sucede: don Anselmo, un viejo pescador que vive cerca del muelle, desaparece. Los tres amigos no tendrán más remedio que transformarse en improvisados detectives para solucionar el misterio de esa desaparición. Verónica, Florencia y Sofía son tres amigas que los seguirán muy de cerca, para enterarse de lo que está ocurriendo. Y sin querer se verán envueltas en una increíble aventura.






Detectives en el Parque Rodó es una de las obras cimiento de Helen Velando, fue su tercer libro publicado y el primero para niños mayores de diez años. Como tal, tiene algunos detalles que como lectora de ocho o nueve años que fui al leerlo por primera vez no recordaba, pero que siendo mayor y habiendo estudiado literatura me suenan bastante fuerte. Sin embargo puedo decir que, a pesar de ser su primera novela, ya se notan todas las virtudes que Helen tiene como narradora.

Leer este libro fue como meterse en una cápsula del tiempo. Fue como volver no solo al momento en que lo leí por primera vez, sino también a mi época escolar en sus últimos años, a los momentos de cambio de la pubertad, a los juegos de niños que teníamos, a cosas maravillosas que viví, pero también a cosas malas que sufría.

La historia se desarrolla de forma dividida en dos perspectivas: la de los tres niños, con mayor focalización en Gastón; y la de las tres niñas, con mayor fuerza en la perspectiva de Verónica (la niña nueva en el barrio). Como escritora debo decir que esta no es una tarea fácil, tener seis personajes en la línea de fuego, con seis personalidades distintas que deben transpirar la historia y con seis motivaciones distintas que deben crear seis personalidades distintas, es muy fácil cometer errores. Encontramos algunos errores menores en este sentido, vemos que los chicos toman más importancia en la narración que las chicas, y es mucho más fácil distinguir a Pancho de Santiago y a Santiago de Gastón que hacerlo con las chicas; si bien Verónica es un personaje bien marcado, Florencia y Sofía son bastante intercambiables y es fácil confundirse con ellas.

Con respecto a el resto de la historia, me veo obligada a reseñarla desde dos perspectivas distintas para ser completamente justa con ella. La primera perspectiva es la de 1999, de la infancia que yo viví y de la adolescencia que recuerdo de mis primos, que eran ocho años mayores que yo. Puedo decir que esta novela transpira 1999. Cada palabra me recuerda a ello, me recuerda a mis tardes jugando en la calle con amigas (en sus casas, porque en mi barrio no había niños y tampoco nada que hacer), de los líos que se armaban, que yo nunca entendía mucho, pero que vivía con mucha fuerza de todas formas. Me recuerda la atmósfera de libertad y de seguridad que nosotros sentíamos (de ninguna forma clamo que fuera más seguro entonces, solo que a nosotros los adultos nos hacían sentir que todo era seguro, lo cual, en perspectiva, me resulta bastante inocente de su parte). Las palabras que los chicos utilizan me resultan muy acertadas (no en su totalidad, pues hay algunas que no reconozco dentro de la jerga de la época) y me dan esa sensación de los noventa (para bien y para mal).

La historia está muy bien armada. Una de las cosas que más me gustó de volver a este libro antiguo fue la posibilidad de confirmar o refutar esa sensación que me había quedado de que estos libros eran muy cuidados y debo decir que tenía razón... bueno, casi, hacia el final el libro comienza a tener algunos problemas de edición, pero son tan mínimos que estoy seguro que cualquiera que tenga de la segunda edición en adelante, ya no tiene esos problemas.

Es una novela que se lee rápido, que está llena de infancia para aquellos que nacimos en los noventa y en los ochenta, y que sin duda merece ser releída aunque más no sea para recordar (del latín recordari que significa volver a pasar por el corazón).

La segunda perspectiva con la que lo veré es desde el 2017. Me temo que en este sentido el libro no ha envejecido muy bien. Hay muchas situaciones que yo recuerdo haber vivido y que eran tomada como normales (sin importar si lastimaban o no a alguien) y que son fielmente reflejadas en este libro, eso es a la vez algo bueno (pues demuestra la capacidad de la escritora de reflejar la realidad) y algo malo, ya que al no estar tan separado en el tiempo como para que las palabras no afecten a una nueva generación se vuelve un arma de doble filo. Respecto a esto debo plantear dos de los más grandes problemas: uno de ellos es la posibilidad y miedo (que luego es reforzado por la amenaza real) que tienen las niñas de que los chicos les peguen como venganza a una pequeña broma que le jugaron; la segunda de cierta forma está conectada dentro de la trama y es la utilización de una niña, que siempre aparece mencionada y nunca en escena, como chiste debido a su peso, haciendo referencia a que es gorda o simplemente llamándola Carola, la gordita cacerola, como si fuera su nombre (a tal punto que llega a ser el título de uno de los capítulos).

No puedo evitar que eso me afecte, ya que pasé toda mi infancia con sobrepeso, siendo insultada con nombres de animales o con comparaciones crueles. Sin dudas es algo que refleja la mentalidad infantil, pero no creo que sea justo convertir a un personaje que es humillado en una carta del juego en lugar de una persona con la misma profundidad que los que no tienen sobrepeso; y marcar así la diferencia que los niños ya sienten entre los normales, que merecen ser personajes de historias, y los gordos, que solo somos chistes.

Sin embargo, debo agregar, que esto es una excepción en la literatura de Helen Velando. De hecho, tiendo a asociar a Velando con inclusión y con inocencia de la buena; con personajes profundos, variopintos y bien armados. 
Aquellos que leyeron mi recomendación del día del niño sobre los Cazaventura saben que esta es una autora que adoro y simplemente creo que Detectives en el Parque Rodó tiene errores entendibles por ser su primera novela y algunos puntos discutibles, en término de valores que transmiten, que más que nada se ven afectados por el hecho indiscutible de que en casi veinte años hemos avanzado mucho como sociedad para crear un espacio donde hay menos odio, menos diferencias y más aceptación. Saber esto hace que leer este libro me haga feliz, pues sé que ese es un mundo en el que no crecerán mis sobrinos ni mis hijos; y aunque siempre habrá niños que se porten mal y digan cosas crueles, la sociedad en la que vivimos no lo avalará y se encargará de educarlos en un ambiente más abierto aún que el que nosotros tuvimos.

Y con esto me despido de mi primer #HelenThursday, prometiéndoles que la próxima traeré una reseña mejor, con un libro más maduro de esta escritora que no puedo dejar de recomendar a todos.

Abajo les dejo links a todas las reseñas que hemos hecho, ¡no se olviden de pasar por todas ellas!

Reseña de La isla de los vientos prohibidos de Sofi - Erial

Reseña de La trapecista solitaria de Sofi - Erial

Reseña de La trapecista solitaria de Ana Claudia - El Refugio del Dragón de Tierra



Reseña de Zesu - Adictaaa





P. D: Y si notan la longitud que tiene este post entenderán por qué normalmente hago recomendaciones y no reseñas (créanme que sigo sintiendo que le falta mucho para ser una reseña buena, pero debía terminar de escribir en algún momento).



sábado, 7 de octubre de 2017

IIAAV #4

Confession time


Lord Tyburon revisó las pistolas exactamente tres horas antes del momento acordado para el duelo. Tradicionalmente los duelos se efectuaban al amanecer, pero en aquel caso ambas partes habían acordado llevarlo a cabo una hora antes —pese a ser una tradición bien asentada, estaban pasando por un período de denuncia contra la práctica y no había necesidad de alertar a ojos opositores—, llevarían sus propias luces, cinco sirvientes a cada lado ayudarían a iluminar, y también los padrinos, con sus propias linternas de aceite.

Como parte ofendida, Lord Tyburon tenía el derecho a llevar sus propias pistolas, aunque, por supuesto, serían revisadas por el padrino de su contrincante: Sir Wesley Fawkes. El muy bastardo se la había estado buscando desde hacía varios años, comiéndole el oído a sus contrincantes políticos para desbaratar su principal red comercial hacia América. Finalmente, ambos habían intentado empujarse al punto de quiebre para que uno de ellos retase a duelo al otro. Lord Tyburon había decidido tomar la iniciativa y acabar con el tema de una vez por todas.

A las cuatro y veinte de la madrugada llamó a uno de sus sirvientes y pidió que prepararan el coche. Los otros cuatro sirvientes que iban a formar parte de su séquito ya estaban esperando en el hall principal con las lámparas en sus manos, pero apagadas todavía. Su padrino lo esperaría en el punto de encuentro cerca del río. Llegarían separados y volverían separados, era la forma que tenían de no levantar sospechas.

Unos minutos más tarde los seis estaban en camino, y antes de las cinco Lord Tyburon y Alan Bagley —su padrino— ya se encontraban en el lugar del duelo esperando a su contrincante. Uno de los sirvientes le pasó la caja con las pistolas a Alan, quien las revisó como se suponía que hiciera. Mientras esto ocurría Sir Wesley Fawkes apareció con su propio séquito iluminando el camino.

Los duelistas se dedicaron una mirada de reconocimiento y de inmediato enviaron a los padrinos a hacer los intercambios necesarios —el más importante de ellos sería la selección de la pistola por parte del padrino de Fawkes—. Nadie argumentó en contra del encuentro, no hubo pedidos de perdón, nadie confesó nada. Los momentos de tregua se agotaron y cada padrino volvió junto a su duelista con la pistola en mano.

A Lord Tyburon no se le escapó el hecho de que su contrincante no había traído a un médico, como se suponía que hiciera. No era tan grave, ya que era sabido que el propio Alan Bagley era médico, pero sí era curioso. Se suponía que el duelo sería a primera sangre, pero aparentemente Fawkes tenía otras ideas en mente. Tyburon sonrió.

Con los diez sirvientes iluminando el terreno de duelo y todas las espaldas enfrentándolos, los dos duelistas cargaron sus armas y se dedicaron una última mirada antes de que los gritos de los padrinos indicaran los pasos que debían dar antes de enfrentarse. Una mirada seca, llena de nada, significándolo todo.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve…

Al grito de diez, ambos hombres voltearon y dos disparos hicieron eco en la oscuridad de la noche. Solo uno de ellos fue certero. Lord Tyburon cayó sobre su espalda debido al empuje de la munición al alojarse en su hombro. Los padrinos se voltearon inmediatamente y Alan Bagley corrió junto a su amigo para inspeccionar la situación. Lord Tyburon colocó una mano en la de su amigo cuando este intentó revisar la herida, luego asintió con una sonrisa cubierta en sangre.

Sir Wesley Fawkes se acercó a su contrincante mostrando unos dientes que demostraban toda la culpa que sentía. Llegó a carcajear antes de llegar al límite del campo de visión de Tyburon. Los sirvientes de uno y otro lado se acercaron para servir con sus luces a la situación, llegando a estar envueltos en un círculo de lámparas de aceite.

—Patético —exclamó Fawkes— Tu puntería deja mucho que desear, esperaba más...

—No así la tuya —respondió Tyburon con más tranquilidad de la que merecía la situación.

—¿Sabes? Ha sido divertido jugar contigo —continuó hablando Fawkes como si el otro no hubiera dicho nada— Debería habérseme ocurrido antes, no hubiera pasado tantos años encerrado si hubiera sabido que podía jugar con gente como tú.

—¿Jugar? —preguntó Tyburon desde el suelo.

—Oh, pobre Lord Tyburon. Discúlpame, debería haberme presentado como soy antes de haber dicho eso —dicho eso observó a su contrincante nuevamente, pero esta vez su mirada era diferente, sus ojos parecían brillar a pesar de la oscuridad, y, sí, no podía haberse equivocado, sus dientes habían cambiado, ahora sus colmillos eran como los de un depredador.

—Eres…

—Un vampiro, sí —asintió con sorna.

Por supuesto Fawkes hubiera esperado que todos, incluso sus sirvientes, reaccionaran de algún modo, probablemente corriendo. Pero nadie se movió, como si en cambio acabara de revelarles que en un par de horas llovería. La sonrisa de Fawkes se borró un poco. Aquello era extraño, sin embargo, su oponente seguía estando en suelo y él seguía siendo un depredador rodeado de deliciosas presas. Debía mantener la compostura.

—Eres una criatura interesante Fawkes —dijo de pronto Lord Tyburon irguiéndose sin problemas, sin quejarse siquiera de la herida que seguía sangrándole en el hombro.

—¿Qué quieres decir? —Fawkes retrocedió un paso, no le estaba gustando aquello, ya no se sentía tan seguro como antes.

—Quizás, si no hubieras estado tan concentrado escondiéndote durante años, hubieras sido un poco más inteligente al elegir a tus enemigos, chico —rio Tyburon.

—¿Qué…? ¿Por qué puedes…?

—¿Por qué puedo caminar con una bala en mi hombro? —sonrió— Bueno, verás, no eres el único de tu especie en esta ciudad… de hecho, no eres el primero.

Lord Tyburon sonrió dejando a la vista sus también muy filosos dientes. La cara de Fawkes se parecía mucho más a lo que hubiera esperado que los demás hicieran cuando él hizo su revelación.

—Esto… no es posible.

—Oh, sí, es muy posible —sonrió Lord Tyburon, deshaciéndose de su saco de abrigo, que pegoteado solo resultaba una molestia— Los vampiros nos hemos infiltrado en la nobleza durante siglos. Es mucho más fácil que esconderse en un bosque y salir a buscar víctimas desprevenidas y, como tú mismo acabas de averiguar, es de hecho muy divertido. Lamento mucho tener que cortar tus alas tan prontamente.

La voz de Lord Tyburon sonaba casi tan triste como aterradora.

—No… no podrás, no puedes atraparme —Fawkes se volteó con una velocidad vertiginosa, pero fue detenido a la misma velocidad— ¿Qué demonios…?

Uno de sus propios sirvientes lo tenía agarrado por un brazo… muy fuertemente.

—Oh, debí haberte revelado esto antes, mi querido Fawkes —dijo Lord Tyburon a unos pocos metros— Cuando nos infiltramos, los vampiros nos aseguramos de tener todos nuestros frentes cubiertos de nuestra propia sangre.

Como si acabara de darles una orden, doce pares de ojos brillantes se clavaron en Fawkes. Si hubiera tenido un corazón latiente, se hubiera detenido en aquel momento.

—¿Tú también…? —la voz de Fawkes era ya una súplica al mirar a su propio padrino sintiendo la profundidad de la traición.

—Ya saben qué hacer —pronunció Lord Tyburon volteándose en dirección a la ciudad— No se demoren, el sol sale en una hora.

—No… Tyburon… ¡No! —lloró Fawkes.

Lord Tyburon se detuvo, pero no se volteó. Fawkes escuchó que suspiraba antes de hablar por última vez.

—¡Patético! ¿Esas son las últimas palabras de un asesino enfrentando a su bien merecido destino? Esperaba más…


Basado en un reto literario de Fernando Rivero... Now you are on.